Episodio 3: de ammonites y camas elásticas
Despertaba el último día del EJIP
y todos estábamos un tanto tristes porque se acababa y porque después del día
anterior no había ninguna gana de madrugar para ir al campo. No sé si era el
sueño, el dolor de cabeza o cualquier otra cosa, pero sentí cómo se abría la
puerta de la habitación y aparecía Eloy con intención de dejar allí sus maletas.
La cuestión era ¿qué hace este tipo, con una habitación para él solo, dejando
las maletas en nuestro cuarto? ¿Por qué tenía una llave de nuestra habitación?
Y hablando de todo un poco ¿cuántos pelos tiene un coco? Posiblemente las
respuestas fueran sencillas, pero mi estado físico y mental no me permitía
pensar, y menos a esas horas de la mañana.
¡Por la unión de vuestros poderes soy el Capitán Planeta! |
Desde hacía semanas, Eloy y yo nos
dimos de ostias debatimos amistosamente sobre qué salida de campo escoger
para el congreso. Todos optaban por la conocida como “la salida del Mesozoico”,
pero tuve que llegar yo y dejarles claro que en el Mesozoico de las Béticas no
había dinosaurios, por lo que el resto de paleofrikis decidieron apuntarse a la
salida del Cuaternario, más conocida como “la otra salida”. Ya desde antes de
empezar se veía claramente que nuestra elección fue la mejor, pues nuestra guía
estaba redactada en inglés, que mola mucho más. Sin embargo, había unos cuantos
paleontólogos (y un arqueólogo) que cayeron en la trampa y se vinieron con
nosotros. Después de unos cuantos escarpes de falla, unas estratificaciones
cruzadas, unas superficies kársticas y demás cosas chulas geológicas, la cara
de nuestros amigos bichólogos era un auténtico poema. Pero en seguida
encontramos la solución: dejamos a los niños entretenidos recogiendo ammonites
en una curva, mientras que nosotros nos fuimos a ver un slump.
Como los de la otra excursión aún
no habían llegado, nos sentamos en la terraza del bar a esperarles. Cuando
llegaron, el entusiasmo de Eloy, al que le pones un hueso de pollo enterrado y
ya alucina, contrastaba con la tremenda decepción de Iris y Noe, las cuales nos
confesaron que se aburrieron, que nuestra salida era muchísimo mejor, que la
geología les encantaba, que realmente les gustaba la geología pero que se
matricularon en biología por el qué dirán y que Pablo y yo éramos los seres más
atractivos que habían visto nunca, por encima incluso de Leonardo Dicaprio (en
su etapa de “Titanic”, no ahora que está gordo) y el Pito de Brad, conocido
allí en su tierra como Brad Pitt. Emocionados por esas palabras llenas de
sinceridad, Font y yo fuimos a comentar la jugada con J & Co, pero se nso
habían adelantado y estaban… ¡en las camas elásticas! ¡Al fin podíamos cumplir
nuestro sueño! Así que Eloy, Pablo, Irene y yo nos arrojamos a esos ingeniosos
artefactos y saltamos, saltamos sin parar como si no hubiera mañana, poniendo
nuestras vidas en juego (nunca saltéis en una misma cama elástica con Eloy.
Podéis sufrir fracturas graves).
El futuro de la paleontología española |
Y fue allí, en el fin de todas
las cosas, cuando alguien nos despertó de nuestro sueño saltarín y nos dijo que
teníamos que regresar, pues se nos hacía tarde. El mundo se nos vino encima.
¡Había acabado el EJIP! Llegaron las despedidas. Habría gente a la que no
volveríamos a ver en mucho tiempo y otros a los que, desgraciadamente,
volveríamos a ver todos los días, como el Sr. Manzanero (¡Qué suplicio de
hombre, Dios mío!). Unos partirían hacia el norte, otros se quedarían en
Granada, pero nosotros cuatro, Chechu, Angelillo, Paco Font y yo, partimos
rumbo al este, hacia las salvajes tierras de Almería, para vivir una aventura
geológica y cinematográfica inolvidable en el Cabo de Gata. Pero eso ya es otra
historia…
No debo acabar esta serie de
entradas sin agradecer a todos los organizadores del XI EJIP por su empeño y
dándoles la enhorabuena por su gran trabajo, así como a toda Atarfe por su
hospitalidad, en especial a esos niños que nos encontramos por la calle y nos
dijeron que éramos unos científicos locos. ¡Gracias a todos!
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