Está mal que lo digamos nosotros pero es que este año las Jornadas de Puertas Abiertas han salido PER-FEC-TAS. Más perfectas no podrían haber salido. La organización por parte de Juanan y María ha sido ejemplar, y los monitores de Geosfera, Geodivulgar y nuestro propio equipo han actuado con una profesionalidad digna de admiración. Así lo he visto y así me lo han contado muchos de los asistentes a este magno acontecimiento que ya se ha convertido en un clásico de la primavera madrileña. Y, como durante toda la semana, la climatología ha ayudado para que todo haya salido a pedir de boca.
Eran las nueve de la mañana y ya estaban los primeros madrugadores dispuestos a aprender todo lo necesario sobre las faunas y ecosistemas del Mioceno madrileño de hace 14 millones de años. Pero hasta que pudieramos estar listos, han tenido una horita de reflexión para aprender cómo se organiza el comienzo de una jornada festiva en un yacimiento paleontológico, y sobre el frescor que se puede sentir a esas horas tan tempraneras.
Pero a las diez, puntuales como un reloj suizo, han comenzado las explicaciones para el primer grupo, mientras los excavadores todavía estábamos recogiendo el material para iniciar nuestra tarea paciente de rodear, rebajar y, de vez en cuando, ubicar y extraer fósiles.
Y una vez llegado ese momento, el trasiego de grupos de visitantes ha sido continuo a lo largo de toda la mañana. Más de 250 hemos contabilizado (y seguro que alguno más se nos ha escapado) en las más de tres horas que ha durado la actividad.
Ha habido historias para todos los gustos, comenzando por la típica y tópica explicación de cómo se excava en un yacimiento paleontológico, pasando por las diferentes especies que se encuentran en Somosaguas y cómo nos han ayudado a determinar el ambiente en el que vivieron, hasta los análisis paleoclimáticos, tafonómicos y paleodemográficos que nos han ayudado a determinar el origen de este yacimiento en el que se encuentran tantos restos pertenecientes a individuos juveniles. Y también hemos dado la oportunidad de realizar "actividades más activas" como un taller de microfauna (con mesa de lavado en acción incluida) o, por supuesto, la estrella de todos los años, la excavación experimental para los más pequeños (aunque algunos mayores se quedan con las ganas de ponerse manos a la obra con el destornillador y la brocha -quizás deberíamos hacer una alternativa para ellos, para que no les de vergüenza ponerse a ello, jejeje-).
Ya por la tarde, la cosa se ha quedado mucho más tranquila y la excavación ha continuado con normalidad, con la habitual sucesión de esquirlas, fragmentos de hueso de procedencia indeterminada, framentos de esmalte de Gomphotherium, piezas dentales más o menos completas, astrágalos y demás tarsales y carpales, etc., etc. Entre todo ello, ataques alergénicos, indigestiones inesperadas, semi-insolaciones, conversaciones sobre lo mal que está el país, y lo mucho o poco que se va a arreglar tras las elecciones de mañana, discusiones sobre modas más o menos desafortunadas, etc., etc. Vamos, una tarde normal, como muchas otras a lo largo de la campaña.
La Crónica continua...
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