Durante todo el pasado curso 2011/2012, Elisenda Rodríguez y
Daniel Romero, con la inestimable ayuda de Omid Fesharaki, hemos planteado la
posibilidad de la elaboración de una gymkhana-rol que sirva como método
alternativo para la enseñanza y evaluación de las ciencias geológicas. A
diferencia de las rutas geourbanas propuestas por muchos otros autores, nuestra
propuesta ha sido más ambiciosa, pues no se centra sólo en un determinado lugar
(un museo, las fachadas de los edificios de una calle, etc.), sino que consta
de distintas paradas a lo largo de toda la ciudad de Madrid. Además, a
diferencia de las rutas geológicas publicadas con anterioridad, la que nosotros
proponemos pretende ser, a parte de didáctica, un modo distinto de evaluar los
conocimientos en las Ciencias de la Tierra para alumnos de primeros cursos de
carrera, alejado de los convencionales exámenes que se realizan en las
universidades y que permita ilusionar a los alumnos en vez de truncar alguna
que otra aspiración a ser un futuro científico.
Como todo trabajo de investigación, la tarea previa
consistió en la búsqueda y lectura de artículos relacionados con didáctica de
las ciencias (de la geología especialmente); con la necesidad de la realización
de pruebas a lo largo del curso como forma de afianzar los conocimientos; con
las posibilidades de distintos juegos o actividades, como las gymkhanas o las
obras de teatro, como método didáctico de la geología; con este tipo de pruebas
como forma de acercar la geología al público general; con cómo los estudiantes
se sienten más cómodos trabajando con profesores jóvenes y cómo este tipo de
actividades fomentan el trabajo en un ambiente distendido y el aprendizaje
significativo. También comprobamos a través de la bibliografía la alarmante
ausencia de la geología en todos los ámbitos de la educación, desde los
primeros años hasta la ESO o Bachillerato, haciendo que los estudiantes
universitarios, incluso los de ciencias geológicas, tengan carencias en
conocimientos básicos sobre la materia.
No obstante, la lectura bibliográfica sólo era una parte del
trabajo, pues no nos conformábamos con repetir lo que otros habían hecho en
otras rutas, sino que queríamos encontrar lugares nuevos dentro de la ciudad
donde ver la geología, pues así permitiríamos a los participantes descubrir que
las Ciencias de la Tierra están más presentes en nuestro entorno de lo que
creemos. Para ello, nos dedicamos en primer lugar a la búsqueda, por un lado de
bibliografía donde vinieran rutas geológicas hechas previamente, y por otro de
lugares en la ciudad, como museos, exposiciones o parques, con el suficiente
contenido en geología como para considerarlo un posible punto de interés en la
prueba. Así, desde el yacimiento de Somosaguas o la facultad de Ciencias
Geológicas, lugares que ya conocíamos bien, hasta el Museo Geominero, el Museo
de Ciencias Naturales o el Planetario, fueron algunos de los centros y museos
que consideramos interesantes; y zonas como el parque del Retiro, Madrid Río,
las estaciones de Metro de Ciudad Universitaria, Príncipe Pío, Carpetana y Ríos
Rosas o las fachadas de edificios fueron algunos de los lugares no dedicados a
la ciencia en los que encontramos cosas interesantes. Una vez elegidos, sin
descartar ninguno de ellos, visitamos las zonas en persona y nos dedicamos a
pensar en todas las posibles preguntas que se podrían hacer en cada uno de los
lugares considerados. Sólo para el Museo Geominero y la Facultad, donde tuvimos
que visitar todas sus plantas, vitrinas y carteles, rellenamos unas 12 hojas de
Word con preguntas, con lo que, si lo sumamos al resto de posibles paradas,
acabamos con una lista de preguntas de cada lugar considerablemente grande.
A partir de ellas, realizamos el siguiente paso, que era
elaborar las rutas. Para ello, intentamos abarcar gran parte de la ciudad para
evitar que todas las rutas se concentraran en una pequeña zona y resultara así
más atractivo. Las dificultades de esta parte estaban en intentar buscar la
forma más rápida de ir de un punto a otro, con lo que tuvimos que tener muy en
cuenta la red de transporte público de Madrid, la presencia de paradas de bus,
tren o metro en las cercanías de la zona, así como los trayectos más cortos,
para hacer que la resolución de la actividad sea lo más rápida posible. Al
mismo tiempo decidimos incorporar un hilo conductor a la prueba, un “tema
incógnita” que, por medio de pistas, debían resolver los distintos equipos para
ganar el juego. Éstos eran conceptos relacionados con la geología, ya sean
nombres de personalidades importantes (Weggener, Hutton, Tuzo Wilson...), de
eventos importantes (extinción de los dinosaurios, aparición de las primeras
plantas terrestres, comienzo de la tectónica de placas, aparición del huevo
amniótico,…), de conceptos geológicos (diagénesis, metamorfismo, vulcanismo,...)
o de lugares de interés geológico (Ediacara, Deccan Tapps, Timanfaya,...). A
estos conceptos había que sumarles, las posibles pistas que tendríamos que dar
a los alumnos, considerando como mínimo unas cuatro por tema. Con toda esta
gran cantidad de información (preguntas, temas incógnita con sus pistas y
trayectos de metro y tren) comenzamos a seleccionar las paradas, las preguntas
de cada parada, el nivel de dificultad de las mismas, el número de ellas que se
realizaría en cada punto, el tipo de pregunta (tipo test, gap filling, ordenar
viñetas, memoria visual, mímica, dibujo, medidas con brújula,...) y los temas
que venían mejor en cada ruta, haciendo que las pistas de cada “tema incógnita”
encajaran de alguna forma con alguna de las preguntas del cuestionario, para
facilitar la presencia de ese hilo conductor. Así, al fin realizamos los cuestionarios. Para comprobar más
fielmente la duración o la dificultad de la prueba, los tres autores realizamos
en persona las rutas, visitando los puntos que se reflejaban en los
cuestionarios.
Sin embargo, consideramos que si queríamos realmente validar
las distintas rutas antes de la prueba final, debíamos hacer la actividad con
alumnos, pues así comprobaríamos las posibilidades reales de la gymkhana y al
mismo tiempo detectaríamos erratas o fallos en los cuestionarios.
Tras realizar la primera prueba en Abril, se trabajó en
múltiples correcciones. Comenzamos por reunir los datos de las rutas, lo que se
hizo bien y lo que no, lo que gustó o disgustó y dónde había carencias de
conocimiento, siendo principalmente el uso de la brújula y los conocimientos de
geometría espacial. Además comenzamos a preparar rutas de nivel más bajo de
conocimientos para primero de carrera. Contactamos con Ana Rodrigo del Museo IGME,
quien nos proporcionó regalos geológicos (pósters, DVD,…). Planeamos realizar
la última prueba en Junio, pero debido a que los alumnos de primero tenían
campamento y exámenes, no se realizó.
Durante los meses siguientes, hasta agosto, estuvimos
terminando el trabajo escrito, haciendo correcciones, añadiendo datos y
principalmente, arreglando la bibliografía. Cada coma y cada letra debían ser
miradas con lupa, por lo que hubo varios intentos antes de terminarla con
éxito. Realizando estas correcciones, fuimos
conscientes de que algunos de los trabajos que citábamos, por motivos
inexplicables, no existían, pues no encontramos de dónde salieron ni por qué
las teníamos. A pesar de dichas incógnitas y 6 páginas de bibliografía,
concluimos la parte más teórica.
Llegado Septiembre decidimos que era necesario realizar
algunas fotos de mayor calidad y de paso, afianzar resultados. Así pues
convocamos a alumnos de diversos cursos para que realizaran de nuevo unas
rutas.
A estas alturas de año, ya teníamos prácticamente terminado
el artículo. Sólo había que añadir lo concerniente a esta última prueba y poco
más, por lo que pudimos sacar algunas conclusiones del conjunto del trabajo:
- Los
alumnos consideraron este tipo de pruebas muy divertidas y muy útiles para
afianzar sus conocimientos, e incluso para aprender alguna cosa nueva. Uno
de los aspectos que destacaron era la tranquilidad que proporciona
trabajar con monitores o profesores jóvenes, y que no eran profesores
suyos, lo que aumentaba la camaradería y el buen ambiente entre los
grupos. Otro aspecto influyente fue que este tipo de actividades se
alejaban de las típicas salidas de campo, descubriéndoles una nueva forma
de ver la geología y de poner en práctica sus propios conocimientos.
- Todos
los grupos, en todas las rutas, tanto en la prueba de abril como la de
septiembre, encontraron dificultades en aquellas preguntas que requerían
el uso de la brújula o de métodos de geometría espacial. Muchos nos
comentaron que la técnica de lanzar visuales sólo la vieron muy de refilón
en una salida de campo en el primer año de carrera, por lo que realmente
no sabían dominar esta técnica. Si tenemos en cuenta que para ello se debe
emplear la brújula, instrumento vital para el geólogo, este es un problema
muy grave que se debería solucionar.
- Muchos
se sorprendieron de la presencia de la geología en sitios tan dispares
como fachadas o parques. Un grupo en especial encontró muy interesante la
parada del Retiro, no sólo por la belleza del paraje, sino porque nadie
podía sospechar que un parque donde lo que más hay son árboles y fuentes,
diera para cinco o seis preguntas de distintas ramas de la geología.
Por lo que a nosotros respecta, este trabajo nos ha
permitido aprender muchas cosas. Por un lado, la importancia del trabajo en
equipo, que en este caso ha sido vital por la enorme cantidad de información y
de lugares que debíamos visitar y testear. Otro aspecto que nos ha gustado y,
en especial, sorprendido, es encontrar la geología en lugares donde nunca
sospechamos. Si realmente nos fijamos, tan sólo hay dos museos puramente
geológicos en la capital (Museo Geominero y Museo de Ciencias Naturales), pero
este trabajo nos ha descubierto que existen más lugares, no sólo exposiciones
(“Paisajes de Marte” del Planetario o la propia Facultad de Geológicas de la
UCM) sino parques (Madrid Río, el Parque del Retiro), calles y plazas (Ópera,
Plaza Mayor, Palacio Real) y paradas del metro (Príncipe Pío, Carpetana, Ciudad
Universitaria), donde se puede ver geología. Se puede decir que las ciencias
geológicas nos rodean, incluso en la gran ciudad. Sólo hay que saber buscar y
saber mirar.
Otro aspecto a destacar es el entusiasmo que nos han
demostrado los participantes. A pesar de ser un juego, algo aparentemente
indicado para niños, los alumnos han afrontado esta actividad con muchísimas
ganas, incluso sin el incentivo de las chucherías o los premios geológicos
finales. Quizá, por ser ellos mismos estudiantes y conocer sus propias
limitaciones y carencias, entendían esta prueba como una forma distinta de
aprender y de dar a conocer los problemas y deficiencias que el sistema
educativo español, a todos los niveles, tiene ante las ciencias de la Tierra,
para poder solucionarlos en el futuro próximo.
Muchas gracias a todos y hasta la próxima!!!