Como continuación de la entrada de Eli, centrada en el aspecto más científico, yo os comentaré lo acontecido durante las dos jornadas de gymkhana que hemos realizado para validar los cuestionarios y los aspectos más lúdicos del trabajo.
El juego consistía, como bien sabéis,
en una gymkhana-rol por las calles de Madrid en el que cada grupo de
participantes, para ganar, tenía que resolver correctamente una
serie de preguntas geológicas en un plazo inferior a tres horas.
Todas las rutas partían desde el mismo punto, la Facultad de
Ciencias Geológicas de la UCM y concluían en el yacimiento de
Somosaguas, junto a la Facultad de Sociología. Entre ambos puntos
había paradas distintas, que era lo que hacía que cada ruta fuera
distinta. Así, la ruta 1 transcurría cerca del Planetario; la ruta
2 se centraba en el Museo Geominero y la Ruta 3 tenía una importante
parada en el Retiro.
Cada miembro del grupo, mínimo cinco
participantes, debía elegir antes del inicio de la prueba una
especialidad de las cinco ramas de la geología que proponíamos:
mineralogía; petrología; paleontología; geodinámica externa e
interna; sedimentología y estratigrafía. Así, cada alumno
representaría el rol de un geólogo experto y la prueba sería vista
como un equipo de geólogos en una empresa, en la que cada uno debía
realizar una especialidad. Cada grupo también disponía de una serie
de utensilios geológicos, como lupa, brújula o metro de carpintero,
que serían necesarios para la resolución de algunas pruebas.
Pero lo que más nos interesaba a los
malvados monitores eran los castigos. Cada ruta tenía una serie de
castigos de distinta índole. Los había de tiempo (dejar pasar un
metro o un bus, esperar 5 minutos antes de montar en el siguiente
tren), material (perder la brújula para la siguiente prueba,
quedarse sin el asesoramiento de uno de los especialistas) o castigos
divertidos (ir andando marcha atrás, cogidos de la cintura o de la
mano, hasta la siguiente parada) que permitían relajar el ambiente.
Hay que decir que aquellas preguntas donde tenían pista, como
comentó Eli en la anterior entrada, no tenían ninguno de estos
castigos, sino que la penalización consistía simplemente en dejar
al equipo sin esa pista, haciendo más difícil averiguar el tema
incógnita.
Con todo, organizadas ya las rutas, las
penalizaciones, los cuestionarios y las chuches (sobre todo las
chuches ,¡¡Ou yeah!!), decidimos llevar a cabo una primera prueba
con alumnos de cursos superiores, coincidiendo con el Día de la
Tierra. Los compañeros que fueron engañados vilmente para
participar en la gymkhana-rol fueron David Martín, Jesús Javier
Rey, Valeria Turri y Sebastian Forero, de 2º de grado, acompañados
por Omid en la ruta 1; Andrea Casado, Irene Novo, Ernaud de
Villepreux, Adrián Ruíz y María Olmos, de 3º de grado, con Eli en
la ruta 2; y Pau Aragonés, Pablo Font, Gabriel López y Rubén
Perales, una selección de lo mejorcito de 4º y 5º de licenciatura,
con Dani en la ruta 3. Como diría Gandalf en “El señor de los
anillos” el tablero está dispuesto y las piezas se mueven.
La prueba nos llevó toda la mañana y
parte de la hora de la comida, una mañana, sea dicho de paso, algo
lluviosa y nublada. Pero eso no impidió que se produjeran anécdotas
divertidas. En el grupo liderado por Omid, los conocimientos de los
chicos eran tales que pudieron resolver toda una sección de
preguntas sin realizar la parada propuesta en el Planetario. Respecto
al grupo guiado por Eli, fueron tan amables de acceder a un castigo
sólo para salir en las fotografías. Así, tuvieron que andar
cogidos de la cintura durante su paso por la Facultad de Trabajo
Social. En cuanto al grupo de Dani, los elevados conocimientos de los
participantes hacían que pasaran de determinadas pruebas que
requerían detenerse en vitrinas para observar algo, pues suponían
que no les hacía falta. Realmente tenían razón y resolvieron
correctamente las preguntas, pero el tiempo que ganaron en no mirar
las vitrinas lo perdieron en intentar recordar conceptos y en los
extensos debates que surgían entre ellos. Esos conocimientos
hicieron además que fueran extremadamente puntillosos con las
respuestas, y se inventaran opciones y casillas en las preguntas,
pues las consideraban poco concretas. En el uso de la brújula
también optaron por su experiencia. Por ello, en lugar de utilizar
el método de la visual (ni se lo plantearon siquiera) usaron el
mítico “método del lapicero”: consiste en utilizar a un sujeto
de prueba (en este caso Gabi) como escala, el cual se ponía al lado
de la columna del monumento a Alfonso XII del Retiro. Conociendo su
estatura y viendo lo que la longitud de un lapicero a distancia
coincidía con dicho personaje, el resto del grupo, al otro lado del
lago, prolongaba la longitud del lápiz tantas veces como fuera
necesario para cubrir la altura de la columna. Sorprendentemente,
dieron con el resultado correcto, para incredulidad y desesperación
de su monitor Dani.
Sin embargo, ese alarde de maestría y
destreza lapiceril no les sirvió para mucho, ya que la prueba la
ganó el equipo de Omid, quedando el grupo de Dani en última
posición, contra todo pronóstico y con media hora de retraso sobre
el horario estipulado. El hambre y las perspectivas de que aquello se
podía prolongar por lo menos media hora más hicieron que les
perdonáramos la resolución de las pruebas de esa parada. Como lo
que queríamos todos de una maldita vez era comer y al ser terceros
por lo menos jugaban Champions League, no hubo quejas por parte del
equipo. Finalmente, durante la entrega de premios (unas suculentas
chucherías que para algunos era el motivo principal por el que se
apuntaron), se jugó a la mímica con los temas incógnitas hallados,
mientras comíamos sentados en el suelo de la Facultad de Trabajo
Social, simplemente para divertirnos un rato ante todas las personas
que allí estaban.
La segunda prueba fue realizada en septiembre. Los conejillos de indias que utilizamos en esta ocasión fueron Daniel Alonso, Luis Monasterio, Andrea Mazón, Mar Simonet, Julia Recio, Lucía de la Ossa y Esther Rojo, que se dividieron en dos grupos. Así Dani guió a las tres chicas de tercero (Esther, Lucía y Julia) y Eli a los alumnos de segundo. Para estas nuevas rutas, debido a los infortunios del tiempo, redujimos los espacios exteriores y concluimos la ruta en tres puntos principales, con más cantidad de pruebas en cada una. Estas fueron la Facultad de Geológicas, el Metro de Ciudad Universitaria y el Museo Geominero.
Durante el trayecto, de nuevo
ocurrieron varios hechos memorables. Uno de ellos era la discrepancia
entre usar escaleras o ascensor en el grupo de Eli. Tampoco este
grupo supo realizar la prueba de la visual, aunque por suerte
supieron contestar correctamente la pregunta. Este grupo tuvo dos
castigos, uno por no saber que menor masa de placa produce subducción
y no la mayor, por lo cual fueron de la cintura cogidos durante la
siguiente prueba. El otro castigo prefirieron hacerlo por cuenta
propia, ya que les divertía de sobremanera. Remarcables son los dos
grandes momentos de la mímica, en que tuvieron que descubrir la
palabra “Físico”, haciendo gestos de cuerpo y de estudiante del
péndulo, donde alguna respuesta fue un tanto, digamos, no apta para
menores. También es señalable el precioso dibujo que realizó
Andrea Mazón para que averiguasen la pista 2: “Padre e Hijo”.
El grupo de Eli, más rápido, ganó la
prueba, tras lo cual se dedicaron a visitar el museo al completo,
como buenos geólogos. Allí se les entregaron los premios y finalizó
la gymkhana. El grupo de Dani, como la vez anterior (y que conste que
no es ningún tipo de gafe), llegó más tarde, por lo que las pobres
chicas del grupo se sintieron un poco mal. Sin embargo, como buenas
deportistas, a pesar de que el otro grupo se dedicaba a charlar
distendidamente sobre aspectos fundamentales de la vida cotidiana,
como depilación, geólogas con tacones y salidas de campo,
decidieron terminar las pruebas que les quedaban por resolver. Su
tardanza al final les valió para algo, pues al sobrar premios, ellas
recibieron más ejemplares que los demás, para ese “sobrinito” o
“primito” que todos tenemos, ejem... Pero esto no lo debe saber
el otro grupo.
Finalmente, después de la prueba para
unos y durante la hora de la comida para otros los monitores pasamos
unos cuestionarios para que nos evaluasen la actividad. Los
resultados de estas encuestas ya las ha comentado Eli.
Y eso fue todo. Agradecemos a Ana
Rodrigo y demás investigadores y trabajadores del museo Geominero su
apoyo en la realización de la prueba y los regalos geológicos
(posters, DVD, tablas cronoestratigráficas, etc.) que nos cedieron
para premiar a los participantes. No podemos terminar este texto sin
agradecer la participación de todos los estudiantes, movidos por el
afán científico unos, motivados por las suculentas chucherías del
final otros, pero todos ellos con gran ilusión. Gracias por no
importaros perder una mañana de sueño o de estudio en aras de la
ciencia. ¡Os queremos! Bueno, a Perales no, pero a los demás sí.
je je je, yo sigo intentando descubrir que quería dibujar Lucía, ya que era una mezcla entre una cueva, el edificio de geológicas y un símbolo medieval...
ResponderEliminarEn fin que me uno a los agradecimientos hacia los alumnos que habéis participado y a Ana Rodrigo (IGME).
Con lo fácil que era dibujar el pollo de la UCM
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